Esta mañana, al despertar una de las app de mi teléfono lanzó su predicción diaria de runas y la runa que saltó a la palestra fue la enigmática Blank rune; esa caja de pandora llena de misterios que los antiguos nórdicos adjudicaban a la palabra del destino. Su silencio incómodo me ha estado acompañando todo el día.
¿Qué es aquello que impide el flujo de las ideas?
¿Cuál es ese bloqueo en el escritor que aparece como un gigantesco himalaya de impotencia creativa?
Una podría suponer que, dado que el fenómeno del bloqueo creativo es algo relativamente común entre escritores y artistas, necesariamente debe responder a un factor común denominador a todos ellos. Pero ¿es realmente así?
Eso es lo que me propongo descubrir aquí. ¿A qué factores comunes responde este fenómeno, para llegar a convertirse en el síndrome de la página en blanco?
Yo he sufrido este insidioso estigma por años. Algunas veces -y las más frecuentes-, debido a la naturaleza de mi propia mente, inquieta como un mono adolescente. Otras, -quizás las menos conscientes de todas- esta lacra respondía a una absoluta ausencia de compromiso por mi parte. Aspecto que, por desgracia ha proliferado en muchos ámbitos a lo largo de mi vida.
Pero quizás y de todas las causas, la más aterradora de ellas sea la desidia; una abrumadora y absoluta ausencia de motivación o líbido.
Y es aterradora porque aparece como si nada, como un ladrón en la noche que entra por la puerta trasera, conveniente y descuidadamente dejada sin guardia. Allí es donde radica la más espeluznante de todas las oscuras intenciones de nuestra psique más profunda; nuestro alterenemigo: el autosaboteador que se complace derribando todas nuestras esperanzas, cuando dormimos profundamente en los laureles de nuestra autocomplacencia. Ese depredador oculto en nosotros mismos que nos enseña la viperina lengua para burlarse de nosotros, cuando menos lo esperamos.
Muchas, incontables son las cuestiones que la amenaza de este enemigo silencioso ha suscitado en mi alma a lo largo de los años; hasta que finalmente, he sido capaz de reconocer su presencia como un mudo testigo a lo largo de mi vida. ¿Por qué está ahi? ¿Cómo vino a su existencia? ¿Quién lo creó? ¿Con qué propósito? Y la mas tormentosa de todas mis cuestiones. ¿Por qué me eligió a mí como su víctima?
No tengo respuesta aún para ninguna de estas interrogantes. Sólo son preguntas en mi mente adormecida por la autocompasión y muchas veces, la incertidumbre acerca de mi verdadero destino. Cuando me planteo no sin esfuerzo la cuestión ineludible de para qué estoy aquí.
Probablemente, la mayoría de los que nos dedicamos a estas cuitas literarias nunca sospechamos que este camino nos enfrentaría a tales retos. Pero es que no todos tenemos la misma historia, y por la misma razón tampoco el mismo destino. Y no es que escribir per se sea la razón para estar vivos. De hecho, en el camino he ido descubriendo que muy a mi pesar, esto no era así. Que la Vida (con mayúsculas), me desvió a propósito de este camino, por una razón que aún desconozco pero que en definitiva, ha resultado tener mucho más peso.
Ahora existen en el mundo muchas más distracciones de las que pudiera encontrar un escritor o un artista del siglo pasado. Y aunque esto no constituye una excusa válida, sin duda forma parte de la estrategia disuasiva de la Vida que quiere llevarnos por un derrotero distinto al que creíamos seguro y tan real, cuando éramos más jóvenes.
No he descubierto nada, salvo... que he vivido. Y eso, ahora quizá sea el sorgo y el limo vitales para nutrir la tierra de mis letras. Pero ya no puedo hacerme a mí misma falsas promesas. Si yo no escribo esa historia, alguien más lo haría después de todo. Y para mí al menos, en este instante eso ya es un consuelo.
Como ya has podido constatar, al final de este artículo no te voy a dar las respuestas. Esas te las dejo como tarea. Lo único que puedo hacer es contarte una historia: Mi Historia. Porque eso es lo que hace bien un escritor, Contar Historias.