viernes, 23 de febrero de 2024

LA CAJA OSCURA




     Anoche estuve leyendo varios cuentos. Leí entero un cuento de Lafcadio Hern, uno de mis autores clásicos favoritos, que escribía cuentos basados en las leyendas del antiguo Japón. Tuve la fortuna de descubrirlo cuando estuve en Madrid viviendo en la Sierra Norte, en Galapagar. En seguida, me quedé prendada. Aunque sus cuentos son mayormente historias de miedo, no se trata de ese miedo morboso y aterrorizante, es algo más simbólico. Son historias que te transportan a otra época, -lo mismo me sucede con Clark Ashton Smith-.

    También estuve leyendo el poema de Kublai Khan de Samuel Taylor Coleridge; que leí por primera vez cuando estudiaba bachillerato. La profesora de Literatura me había tomado afecto y me había prestado su libro de poemas de Coleridge. Leí también el poema de Ozymandias, de Percy B Shelley; otra joyita de esas que aparecen como una caja mágica, llena de misterios, con el poder de rodearte con sus poderosos encantamientos. Este poema forma parte de una colección que lleva el título de otro poema, también incluido en el libro: No despertéis a la Serpiente.

    Creo que leí este poema por primera vez en algún momento de mi época de estudios en la UCV, en Caracas. Y luego, lo busqué una vez más, muchos años después, en la Biblioteca Pedro Salinas de la Puerta de Toledo, en Madrid; allá por el año 2007. Y tuve la suerte de encontrarlo. Me lo llevé a mi casa con el mismo entusiasmo de una niña que acaba de recibir su regalo de cumpleaños. Y lo leí con la misma avidez y gozo con que esa niña abre sus regalos. Entonces, su magia -la Magia de las palabras de Shelley-, comenzó a abordarme.

    En aquella época yo vivía en un estudio que no superaba los 35 m2; era un bajo con poca luz, y la que había entraba de la calle a través de una pequeña ventana en la parte alta del muro norte, tocando casi el techo. Pero recuerdo perfectamente, aquella mañana al volver de la biblioteca. Al empezar mi lectura las palabras del poema comenzaron a brotar de las páginas, se movían por toda mi casa, girando y girando, e irradiando tanta luz, que la exigua luz del sol que entraba por mi ventana quedó eclipsada; parecía estar toda contenida en el interior de mi casa; como una caja oscura en cuyo interior se había encerrado a una luciérnaga.

    Han pasado diecisiete años desde la última vez que sentí esa magia penetrar en mi vida, la Magia de la Poesía. Sé que durante mucho tiempo Ella estuvo esperando tras el umbral de mi puerta, hasta que yo la invitara a entrar de nuevo. Paciente. Gota a gota cayendo sin prisas, de nubes pasajeras que viajan sigilosas desde cumbres ocultas por el cielo. Ella sólo quiere entregarme sus regalos, como ahora. Y sentarse a mi lado en silencio, frente al fuego; como una antigua amiga. Ella sabe lo que sueño por las noches; pues es Ella la que enciende las estrellas para acunarme. Ella es la que descorre los cerrojos de esa caja oscura y deja libre a la luciérnaga. Es Ella, al fin, la que me susurra ahora al oído con la sonrisa de la Gioconda, porque Ella es la Dueña de los Sueños.

    Esta ha sido tan sólo, una invitación breve pero sentida y compartida con esa parte de mi ser que siempre está en silencio y siempre en presencia. Leer estos poemas es restaurar el alma a su verdadera naturaleza; se parece a un paseo por la pradera bajo la lluvia, mientras se escucha el canto de los pájaros sin mover una pestaña.  

     

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