En este post quiero hacer una breve revisión acerca de este tema que ha sido tratado en diversas fuentes, ámbitos y épocas de la historia, y que no termina de agotar su abundante simbología y significado para el futuro de la especie humana. Se trata de un tema que toca aspectos de la vida tan variados como la filosofía, la religión, la espiritualidad o la ciencia. Es una cuestión que suscita preguntas tan profundas que pasan por la previsión del futuro y superan la capacidad de la imaginación más estrambótica. Una idea que en Filosofía aparece vinculada con otras ideas igualmente trascendentales; como la utopía, la distopía, o la realidad y la ficción, y la eternidad, entre otras.
Aquí voy a entrar en materia intentando no posicionarme en ninguna postura convencional o normativa de este concepto; sino procurando más bien, dar voz a una experiencia humana que ha intentado tomar forma a través de diversas culturas, para convertirse por derecho propio en una experiencia colectiva; como lo es el símbolo del Diluvio Universal, por ejemplo. Y no solamente como un símbolo o imagen del final, sino también como una referencia a una posibilidad que siempre está presente.
Es un tema del que no me he atrevido a escribir abiertamente, pero del que ya he tenido la oportunidad de hablar en varias ocasiones en mi canal de IVOOX, en la serie sobre el Escathón. Mi acercamiento inicial al mismo empezó muy joven, durante mis tempranos estudios de Estética, en la Universidad Central en Venezuela. Al principio, apareció como una idea tenebrosa, pues lo que de algún modo se relaciona con el Escathón tiene la cualidad de lo terminal. Pero conforme iba avanzando mis estudios y mi propia vida, empecé a comprender cada vez un poco más, a qué se refería realmente este concepto; más allá de la posibilidad de un final.
Esta comprensión inicial me llegó con las amenas charlas trascendentales de unos de los gurús de la psicodelia: el finado Terence McKenna; quien fue un prolífico escritor, conferencista, etnobotánico y psiconauta norteamericano entre los años 70 y 80 del siglo XX; en aquella de sus charlas más emblemáticas: Eros y Escathon. Una charla profundamente inspiradora que recomiendo escuchar a todos quienes quieran ahondar un poco más en este tema. Se encuentra disponible en internet, en inglés. Aquí McKenna empieza por abrirnos a la comprensión de la diferencia abismal que existe en la visión de la realidad para la ciencia ortodoxa y el ser humano de a pie. Esto es, la visión del mundo de aquellos que se consideran a sí mismos más inteligentes que el resto de la Humanidad, acerca -entre otras cosas-, del Final de los Tiempos.
Yo habría elegido para mi post este título, pero finalmente encontré que estas palabras contienen en sí mismas un sentido en exceso determinista para mi gusto, que es exactamente la visión predilecta del mundo que tiene la gran mayoría de los científicos de la ciencia que se considera ortodoxa. Darnos cuenta pues, de cuán distintas son estas dos visiones (la del científico determinista y el ser humano común) llevó a Terence a replantearse esta cuestión y el por qué de su propia visión esperanzadora como científico.
La necesidad de mantener la esperanza acerca de nuestro futuro es existencial, pero para Terence esta necesidad ha sido negada, y así lo expresa en las primeras líneas de su charla cuando se refiere a:
Eros y el Eschaton son las dos áreas que creo comprometen el viejo paradigma y dan permiso a la esperanza y curiosamente, ninguna de estas palabras es tan conocida, lo que te da una idea medida de cuán completamente la posición de dominador ha sofocado, subvertido y restado importancia a cualquier oposición a su visión del mundo.
Aquí es donde se impone la visión de esta ciencia ortodoxa que se cree en posesión de toda la verdad, recordándonos con aprehensión los nefastos tiempos oscuros de la inquisición medieval.
Personalmente, encuentro al Escathón dotado de una cierta particularidad eidética, esto es desde el punto de vista filosófico lo que para los griegos tiene la cualidad de la esencia. El porqué digo esto es la raíz de mi deseo de sentarme hoy aquí, a escribir este post. Lo digo con conocimiento de causa, quiero decir: a partir de mi propia experiencia. Una experiencia en la cual este concepto apareció como una forma específica (de allí su cualidad de imaginario) con un simbolismo dialéctico en directa comunicación con mi psique. Y espero que todos puedan entender lo que esto significa, es mi propia experiencia; no lo leí, ni me fue referido por terceros.
La experiencia en sí misma es algo demasiado propio, algo que puede también ser subjetivo desde una óptica científica. Yo no pretendo ser científica al contar mi historia, pero sí intento hacer una narración lo más fiel posible a lo que constituye para mí esta experiencia. Tampoco es una creencia. De hecho, mis creencias personales acerca del Escathón han pasado por innumerables transformaciones a lo largo de mi vida. Yo puedo referirme al Escathón como un objeto con una forma; pues es así como éste se ha presentado frente a mí. Y también puedo decir que ese objeto posee una especie de cognición o conciencia. Pero esto es algo extremadamente difícil de explicar, mucho más de entender.
Una de sus primeras apariciones en mi experiencia ha sido en el campo de los sueños, pero también en mi vida despierta o de vigilia. Pues yo ya estoy sobradamente entrenada en estos dos ámbitos de la realidad, aunque a veces no lo recuerdo. Por esta razón es complicado transmitir una experiencia de este tipo para que sea comprendida por mentes que no poseen este mismo tipo de experiencia, y que precisamente por desconocerla se consideran con la autoridad de negarla. A pesar de ello, mi propósito aquí es compartir una experiencia que no es solamente mía, pues como ya lo dije al principio, el escathón forma parte del imaginario del colectivo humano.
Mi forma de percibir al Escathón es más una forma sensible, que me ha proporcionado información valiosa acerca del futuro y al mismo tiempo, acerca de su intencionalidad; que no es un hecho predeterminado. Si bien, sí cumple una función determinada. El cómo dar constancia de esto es lo más arduo para mí en este texto. Porque básicamente, estoy intentando traducir en palabras una experiencia que fue, y que es aún estrictamente, no verbal. Es una experiencia relacional, como la que se pudiera llegar a tener con otras especies, como los animales. Y al decir esto corro el riesgo de desviar completamente su sentido y significado real.
Por eso, intento aproximarme al Escathón como una experiencia sensible, esto es desde el alma, (también filosóficamente hablando); porque en mi conocimiento no existe otro precedente. A lo largo de toda mi vida he tenido diversas experiencias que se pueden encuadrar en lo paranormal, además de experiencias verídicas en el plano de la vigilia y con testigos presenciales, que pudieran enmarcarse en el ámbito de lo fantástico. Sin embargo, creo haber vivido lo suficiente como para aprender bien la lección acerca de la diferencia entre lo imaginario de la mente y sus fantasías, y lo imaginario de la mente que está consciente y presente. Quiero decir que ya sé reconocer la imagen como algo vivo y con vida, y algo que solamente está imitando la vida.
Mi sensibilidad se basa en mis emociones que son la señal que tiene mi subconsciente de mostrarme la forma en la que se mueve mi energía en el espacio; y por otra parte en mis sensaciones, que son las señales sensitivas que me ofrece mi cuerpo físico para comunicarse conmigo acerca de sus propias vivencias. Conozco un tercer lenguaje, que es un lenguaje interno; es el que uso en el diálogo con esos arquetipos que habitan en mi psique y que tienen muchos de ellos voz propia. Podría denominar a este lenguaje como mi instinto. Pero todavía existe un cuarto lenguaje, es un lenguaje mucho más sutil que reside en ámbitos de la conciencia profunda, desconocidos para un gran número de seres humanos. Este es el lenguaje que habitualmente utilizan estos objetos eidéticos, como los números; un lenguaje netamente intuitivo.
Desde estos cuatro lenguajes he podido recibir abundante información de mi entorno inmediato y de ese otro entorno, en donde existen estas entidades no humanas que conviven en este vasto universo con nosotros; pero que como ya dije, la gran mayoría de la raza humana aún desconoce. He querido hacer todo este preámbulo para emplazar mi posición en este relato sobre mi experiencia con el Escathón, y ofrecer de esta forma, un contexto lo más fiel posible a esta experiencia.
La mecánica cuántica tiene una teoría muy interesante llamada Entrelazamiento cuántico, que explica entre otras cosas, el comportamiento entre las partículas; se trata de un sistema en el que estas se comportan al mismo tiempo, como ondas y como partículas. No pretendo ofrecer aquí una cátedra sobre Física Cuántica, solamente exponer una teoría que se ha convertido en una muy conocida materia de la nueva ciencia cuántica, gracias al famoso experimento de la doble rendija (para más información googlea la frase). Sencillamente, muestra cómo todo lo que existe en el Universo se corresponde con cualquier otra cosa, en cualquier otra parte del espacio/tiempo. Es desde esta perspectiva, -vamos a llamarla cuántica- que se inició mi conexión con ese objeto al que yo llamo Escathón.
Su aparición en diversos momentos de mi vida en distintas formas; algunas de ellas como verdaderos Viajes Estelares, me ha llevado a comprender con los años, la forma en la que actúan estas entidades con otras consciencias. Esos lenguajes no aparecen y simplemente son un episodio aislado, sino que forman parte de un sistema de comunicación que puede seguir el hilo de toda una vida, y cuando llegamos a poner suficiente atención, nos damos cuenta de que esos objetos paranormales hablan un lenguaje que comienza a cobrar su sentido. Pero todo esto sucede para una sola finalidad.
Si el Escathón es generalmente un anuncio del final de los Tiempos, la forma como este objeto se relaciona con nuestra psique no es la misma para todos. A algunos, como me sucedió a mí, nos habla y nos cuenta lo que quiere y lo que piensa, tal y como lo haríamos nosotros en una conversación casual con otro ser humano. Pero decir esto en voz alta atenta contra el sentido común, precisamente porque éste carece de la habilidad para ese lenguaje más sutil.
En el Budismo Tántrico de la Escuela Tibetana, que fue mi primera escuela Budista en esta vida, conocí a través de las enseñanzas del Buda la idea de la Vacuidad, que no es otra cosa que ese Entrelazamiento cuántico del que hablaron Einstein y sus colegas. El budismo reconoce que el vacío de toda forma es lo que nos conecta en nuestra esencia, o mejor dicho: si ninguna cosa existe por sí misma, si no es su propia causa, esto implica que todas las cosas están conectadas unas con otras, como causa y efecto. Los budas lo cuentan de una manera muy poética diciendo que todas las cosas y los seres están interconectados. Esto es en principio, lo que en realidad significa la Vacuidad.
En virtud de este principio budista al que los científicos del siglo pasado ya dieron un nombre, todo en el universo está relacionado con todo lo demás. He ahí donde pude comprender finalmente, por qué yo era capaz de escuchar y comprender el lenguaje del Escathón. La finalidad de la vida en la Tierra casi nadie la conoce. Sólo los nativos de las tribus ancestrales tienen claro que la vida es ella misma la finalidad de todo; no necesita una finalidad para existir, y posiblemente esto va en contra de todos los paradigmas de la ciencia, la filosofía y las religiones. La cuestión es que al aparecer en nuestro imaginario psíquico, el Escathón nos asegura que el final de la vida es un hecho: todos sabemos que en algún momento vamos a morir. Lo que no todos podemos saber es qué es lo que viene después, o si realmente existe un después. Esta es la discusión eterna entre la ciencia y la religión, que no es mi propósito resolver aquí.
Al comunicarse conmigo el Escathón me transmitió su función como finalizador, pero también, como el catalizador del cambio. A pesar de que estudié algo de Filosofía no puedo recordar si es que esta es -dentro de las escuelas filosóficas-, una de las propiedades del Escathón. Pero fue bastante evidente para mí, y se encuadra dentro de lo que tolera el sentido común. La muerte puede o no formar parte de este final. Eso lo deja al gusto de cada quién. Lo que el Escathón quiso compartir conmigo es su apetencia por la diferenciación y la unicidad; cómo todas las cosas en su esfera de concreción se convierten en una sola. A fin de cuentas, se trata de un proceso que está dentro de la Naturaleza; a pesar de lo ajenos que los seres humanos nos sentimos acerca de todo lo que tiene que ver con la muerte, por lejano que sea su parentesco.
El Escathon no quiere ser exclusivamente el heraldo de la muerte, sino más bien, del Cambio y también de la Trascendencia. Pues, de otro modo no hablaríamos de ello. Y en el fondo, todos nosotros: filósofos, poetas o científicos, cuando hablamos de algo lo que en realidad queremos es traerlo a la existencia, a la vida. Mi experiencia con el Escathón me dejó la imagen de un Ir hacia lo desconocido; que a fin de cuentas, es el cierre de un ciclo que anuncia el inicio de otro nuevo. Como esa carta del Tarot, la carta final: el triunfo del Mundo; cuyos símbolos son las imágenes de los cuatro animales del Apocalipsis: el león, el águila, el toro y el Hombre.
Uno podría aprovechar y hacer varias preguntas cuando nos llega esta aparición de otro mundo; que viene para penetrar en nuestra vida cotidiana y abolirla, disolverla. Entonces, cabría preguntarse muchas cosas pertinentes; y si no se tiene demasiado apego por las cosas que conforman nuestro mundo, las preguntas serán más fáciles de formular, menos dramáticas. Yo no preguntaría por qué o para qué, doy toda finalidad por bien fundada. Mis razones irían un poco más hacia adelante, hacia lo desconocido, hacia el dónde y el cuándo: el espacio y el tiempo. Tal vez reciba la respuesta deseada, tal vez sólo me devuelva el silencio.
Lo único que sé a ciencia cierta es que esa experiencia me fue vivida y que es como el Entrelazamiento cuántico: un fenómeno extraño que comparto con toda la raza humana. Después de haberlo vivido comencé a hacer mis propios cambios, a prepararme para su llegada definitiva, trayéndonos a todos las respuestas a preguntas que jamás nos hicimos.
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