Ha pasado casi un mes sin darme cuenta y sin volver a poner una letras en mi blog. Como suele pasar, la atención se fija en los objetos y es absorbida por el movimiento de estos a lo largo del tiempo. Es un misterio cómo la conciencia entra y sale de esos reinos hipnóticos guiada tan sólo por la atención. Y sin embargo, es una profunda lección sobre el valor inestimable de poner nuestra energía afuera de nosotros mismos.
Con esto lo que en realidad quiero expresar es lo fácil que resulta distraerse. Pero mi distracción en este caso, me ha llevado a reencontrarme con la expresión de mi creatividad, jugando con nuevas herramientas sobre antiguas pasiones largamente relegadas. Me refiero a que he estado pintando. Me he dedicado de pleno a lo largo de este mes a desarrollar un portafolio de mi trabajo artístico más reciente, en particular de mi obra pictórica y fotográfica. Me siento muy contenta con este proyecto que estoy emprendiendo y que me está llevando de la mano, también muy sutilmente, abriéndome perspectivas que nunca antes hubiera imaginado.
Yo tenía 21 años cuando empecé mi carrera artística en la Universidad de Santa Isabel de Hungría, en la ciudad de Sevilla, al sur de España. Lo cierto es que mi entrada en el mundo del arte no fue en absoluto un plan trazado por mi propia voluntad o la de mis familiares. Muy por el contrario. Lo que yo tenía en mente como mis estudios universitarios no se parecía en nada con lo que al final elegí. Empecé en Caracas, la ciudad donde nací, apenas con 17 años entré en la Escuela de Artes, de la Universidad Central. Un lugar que estimo en mis recuerdos, por ser el portal que me abrió la mente hacia nuevos horizontes intelectuales y éticos.
Debo admitir que mi elección no fue jamás del gusto de mi familia. Sin embargo, por mucho que me pesara su oposición, terminó dejando de tener valor a lo largo de mi vida; como con muchas otras de mis elecciones. La muerte de mi padre cambió mi vida de muchas formas que tampoco habría imaginado. No solamente había desaparecido el pilar sostenedor de nuestra paradójica familia disfuncional, sino que también su ausencia en mi mundo emocional dejó una mella profunda que todavía no he podido terminar de sanar. Fue por su partida que perdí los deseos de continuar mis estudios, y también de vivir en mi país. Sentía profundamente el deseo de salir corriendo de la casa de mis padres y encontrar mi propio rumbo en otros lares. Esa fue la motivación que me llevó a vivir a Sevilla con 21 años.
Me encontré con una actividad completamente nueva, con amistades y conocimientos que no esperaba y de los que no me sentía tan segura. Mis primeros dos años en la facultad fueron pura diversión, no sin ciertas pruebas difíciles -como todo en mi vida-, pero mis recuerdos de aquellos primeros años los he llevado con mucho cariño en la memoria todos estos años. Fue al inicio del tercer año que me di cuenta de que no tenía lo fundamental para continuar estudiando; me di cuenta de que no tenía el apoyo económico necesario, y que definitivamente, no lo recibiría por parte de mi familia. Aún así yo seguí pintando, algunas veces entraba a las clases y hacia algún boceto y durante varios años mantuve algunos de mis mejores amigos como Jesús Almendro.
Cuando por fin dejé la Facultad, aún viviendo en Sevilla, seguía dibujando y pintando por mi cuenta. Incluso, tuve buenos amigos (como Javier el Papi) que venían a mi casa y posaban gratis para mis bocetos. Fue todavía una época divertida, porque yo era joven y las cosas que más tarde en la vida me han llenado de temor y ansiedad, en aquel entonces no tenían mucha importancia; como el dinero. Pero la vida tiene maneras de llamar nuestra atención sobre esas cosas, especialmente cuando no queremos escucharla.
La mayoría de mis cuadros y mis dibujos los regalé a mis amigos, otros los perdí; como mi carpeta de fin de curso del Segundo Año, de Anatomía Humana. Pero yo seguía pintando acuarelas, guashe, temples; a veces algún óleo. Hasta que se acabó la única cosa que no me importaba: el dinero. Y tuve que empezar a trabajar para poder vivir. Esa fue mi primera dura prueba de la vida, mi primer desvío del camino. Aunque los años pasaban yo seguía pintando o dibujando; si bien, nunca me sentí demasiado orgullosa de mí misma por nada, menos por lo que pintaba o creaba, admito que sí que había una sensación de estar a salvo y más cerca de ser feliz cuando pintaba o diseñaba algo.
Pasaron los años y regresé a Venezuela; me llevé conmigo mis tintas, mis pinceles y algunos dibujos, que por cierto, ya han desaparecido; son demasiados los caminos que he recorrido como para poder llevar tanta carga sobre mi espalda. Pero yo seguía pintando. Allí también en aquella ciudad que siempre me pareció tan extraña, aunque fuera mi ciudad natal; en aquella casa que era la casa de mi familia, pero que para mí era la casa de un grupo de personas que no me conocían y que tampoco tenían el deseo de conocerme. Pintaba sin darme cuenta, porque pintando me olvidaba de que no era feliz en donde estaba y de que mi vida no era la vida que yo deseaba. Pintando yo creaba al menos simbólicamente, la vida que siempre había querido.
Allí pinté sobre todo acuarelas y algunos retratos. También escribí dos de los libros de mi Trilogía de Arcana. y fue allí donde alguno de los ángeles que supuestamente, están a cargo de mí en esta vida, debe haberse compadecido de mi infelicidad porque un día sin esperarlo, mi vida dio un gran giro. Y entonces, conocí al hombre que sería para mí como el padre que nunca tuve, mi amado e inolvidable maestro el Lama Ole Nydahl. Mi vida cambió inexorablemente al conocerlo, pero también cambió mi mente y todas esas cosas que yo amaba hacer, como pintar y escribir, de pronto tuvieron menos importancia; porque en mi vida había entrado una corriente de fuerza profunda y gozosa, que me llenaba casi completamente de una alegría que jamás había sentido.
Pero yo seguía escribiendo, aunque ya casi no pintaba. Mis acuarelas y otros dibujos se fueron quedando por el camino entre mis innumerables mudanzas. Hasta que pasados los años y ya retirada de la escuela de mi Lama, eché un vistazo hacia atrás en la memoria y vi que un huracán había pasado barriendo todo lo que había en mi vida; excepto una cosa, el deseo de crear.
He perdido casi todo lo que tenía en la vida. Perdí a mi familia, a todos mis amigos, excepto a 1 ó 2. Perdí todo el dinero que tenía, todos los trabajos, todos los amantes; lo perdí prácticamente todo. Pero todavía estaba con vida. Esa dura Maestra llamada realidad me había enseñado una lección inolvidable, tanto o más que las lecciones de compasión y sabiduría de mi Lama. Me había enseñado la única cosa que es permanente en esta vida: que nada ni nadie dura para siempre. Sin embargo, sí que quedaba dentro de mí una cosa, y era ese deseo. La necesidad espiritual de crear.
Volví a usar mi creatividad pictórica hará más o menos, un par de años. Tomando fotos de mis viajes y haciendo varios retoques. recibí algunos premios en una plataforma online; nada que me hiciera famosa. Pero esos simples gestos de reconocimiento de los jueces y pares hizo que renaciera en mí esa chispa creativa, que lentamente ha ido creciendo hasta convertirse de nuevo, en una hoguera con calor suficiente como para mantenerse viva por más tiempo.
Actualmente estoy diseñando pintura digital. Comencé con los caleidoscopio, que surgieron de esta experimentación con mis propias fotografías, y los resultados realmente me complacieron. De modo, que seguí experimentando. Ahora entré en una nueva fase, a partir de más o menos 1 año, comencé el diseño de Mandalas, y esta práctica me ha reportado una gran alegría y muchas veces una profunda plenitud interior. Esto no significa que todo se ha organizado perfectamente en mi vida; pero tengo la certidumbre de que esos patrones geométricos que tanto amo diseñar, esas luces y transparencias que tanto me sorprenden y me fascinan están obrando de algún modo, su hechizo en mi propia vida.
Los laberintos también fueron un proyecto muy hermoso que inicié el año pasado y del cual surgió la investigación y el libro publicado este año: La Serpiente del Laberinto. De modo que sí, ha pasado el tiempo. Y sí, he estado ocupada.
Aquí me gustaría compartir parte de mi trabajo pictórico junto con los enlaces a mis libros mencionados.
Mandalas
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