Éste es un tema que me ha apasionado toda la vida y como lo
prometido es deuda me gustaría retomar una vez más, la temática de la otra vida y la otredad porque este tema está regresando a mi vida ahora con una
nueva luz y es mi intención abordarlo con una nueva mirada.
El primero en sorprenderme con esta palabreja fue Octavio
Paz. Allá por los años ochenta, cuando comenzaba a estudiar Bellas Artes en la
Universidad Central en Venezuela. Un poco de recapitulación al respecto vendría
bien aquí. Yo rondaba mis dieciocho y acababa de ser admitida para entrar en la
Facultad de Humanidades en la Escuela de Artes.
Los cursos que más me cautivaron fueron los de Teatro con el
gran maestro José Ignacio Cabrujas, recuerdo bien sus peroratas interminables
acerca de encontrarnos con lo extraño en nosotros, la vocación todo actor. La
lectura recomendada del libro Las Peras
del Olmo, y El Arco y la Lira.
Sobre todo, este último causó un estallido de apertura de
consciencia en mí. Allí me encontré con algo más que trabalenguas; nuevas ideas
y un nuevo sentido para ver el mundo a través de las palabras. Ese
descubrimiento fue mi primer encuentro con la
otredad.
Esa búsqueda de lo Otro.
Esa visión o descubrimiento de lo extraño en nosotros mismos, en nuestra
creación; saber de repente, que hay algo más que la tangible manifestación de
los sentidos, y que eso somos
nosotros mismos.
Poesía, estupefacción, a veces terror…
Lo que vino después en mi vida fue el descubrimiento de ese Otro, ya no a través de la poesía sino a través de la quietud del diálogo
silencioso de la meditación. Un nuevo descubrimiento entró en escena, y llegó
para confrontarme con la experiencia del espejo de mis muchos yoes.
Podría decir que a través de esta nueva visión de la
realidad que me encontré gracias a la práctica de la meditación tuve el deseo y
la oportunidad de explorar nuevos mundos y buscarlos a través de la literatura
fantástica.
Libros como La
Trilogía de Arcana, La Verdadera Historia de Atlante, comenzaron a explorar
estas nuevas ideas desde esa nueva ventana de la creación, mirando a través de
los ojos del Otro que era yo misma.
Una paradoja. Aquí me encontré con la muerte de mis personajes queridos, de una
manera en la que no había sido capaz de abordarlo antes.
Y comprendí más cabalmente cómo es que incluso, cuando
creamos algo nuevo, los artistas o escritores-, sólo estamos hablando de
nosotros mismos. Pero ese conocimiento vino después.
A medida que avanzaba en mi meditación, escribía. En
realidad, no sabía sobre qué estaba escribiendo, sólo presentía que una
presencia completamente fresca y sin embargo, conocida se estaba asomando en
los manuscritos. Lo Otro me estaba
hablando desde adentro; y esta experiencia –como bien decía Octavio Paz-, puede
ser aterradora.
La nueva mirada en la que me encuentro ahora observando esta
Otredad, ya no se trata de la Muerte
y el Renacimiento, –o Reencarnación.
Tampoco está ya exclusivamente, orientada hacia el descubrimiento de emociones
como la extrañeza. Ahora Lo Otro
reaparece para decirme que en realidad, nunca ha existido un Otro.
Y esta es la más grande de las paradojas.
Quizás en el tercer libro de la Trilogía, Los Tiempos de Iuga -que tardé en
escribir apenas nueve meses, todo un embarazo- allí sin siquiera proponérmelo,
apareció este enigma dejándome incluso, a mí misma completamente perpleja.
Como siempre, yo no sabía lo que podría pasar, simplemente seguí
el hilo que la Musa me tendía.
De esta última percepción de La Otredad no hay mucho más que pueda añadir, por ahora. Pero
podríamos averiguarlo juntos y quizás escribir otro artículo.
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