Llevo medio año viajando por Europa y viviendo un poco a la buena de dios, según los viejos estándares. En ciertos momentos he ido comprendiendo cómo estoy dándole forma a la historia de mi vida y específicamente, cómo estoy manifestando cada situación que se presenta a lo largo de mi viaje.
Y no sólo eso. Cada pequeño detalle; como encontrar una
buena oportunidad haciendo autostop. Cada casa en la que he vivido y hasta una
conversación casual. Todas esas cosas pasaron por mi cabeza, en algún momento
anterior a su sucesión. Del mismo modo, se van creando las historias en la
mente del escritor.
Hace más de un año que con cierta ayuda sobrenatural me
surgió una idea para volver a sentarme a escribir y cuando las imágenes
empezaron a agolparse en mi cabeza, ya no podía dejar de machacar las teclas del
laptop. Mi mente se llenó de ideas inspiradas por antiguos cuentos de hadas,
por sueños y también otras vidas anteriores que pude recordar.
Comencé a construir un universo mágico y personajes nuevos,
porque ya estaban en mi mente; la imaginación los trajo a la realidad; a una
realidad literaria, aunque no por ello menos real. Vi el paralelo entre mi
vida, la creación de las circunstancias que me rodean, y la creación de una
historia, un cuento o una novela; eso mismo estamos haciendo a cada momento.
En esos momentos en que nos dejamos llevar y surge un velo
que nubla nuestra mente, nos
apartamos de lo que nos rodea, como si hubiésemos entrado en la sala de un
teatro y los tramoyistas subieran el telón. Entonces, empieza la magia. Las
ideas van y vienen como personajes moviéndose a través de las tablas.
Y la magia se detiene cuando alguien ha bajado el telón y
reconocemos que estamos en mitad del tráfico, de camino a la universidad o
simplemente planchando el cuello de esa camisa que no nos vamos a poner porque
ya se ha quedado pasada de moda. Crear la historia de nuestra vida es como escribir una historia a mano o en el
ordenador.
Sólo hay que subir el telón y entrar en esa dimensión en
donde todo es posible y dejar que la pluma (o el teclado) siga su curso. Todo
cuanto quede registrado en esa realidad bidimensional de las letras es tan real
como sea posible, el único requisito es que haya sido fruto del milagro de la
imaginación.
Escribir y vivir son si cabe, una misma cosa. Si bien,
alguno me querrá discutir que nunca había vivido su vida como un vampiro o
viajando por el espacio exterior. Yo le responderé, sin embargo, que lo real no
está supeditado a la percepción de los cinco sentidos; esa es solamente una
manera de percibir una parte muy pequeña de la realidad, y si no me creen sólo
me remito a los más recientes estudios en física cuántica.
Si puedes imaginar una historia con todos sus mínimos
detalles es que de alguna manera, has estado allí. Porque el que vive no es
solamente el cuerpo de huesos y carne, es el que observa dentro de ese cuerpo fortuito.
Es el ojo capaz de volcar la visión hacia adentro, al infinito multiverso de la
experiencia.
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