Hace algunos días recordé mi primer viaje a Grecia. Anduve buscando las fotos de
aquella experiencia tan hermosa en mi vida y me encontré inesperadamente con
una carta; un mensaje que escribí a mi hermana Rosemarie, contándole las
anécdotas de aquel viaje.
Me sorprendí de leer cada detalle del viaje, narrado como lo
habría hecho Agatha Christie, sin el
asunto crucial del suspenso y el crimen. Pero lo que más me sorprendió fue la
nitidez de la memoria, de los detalles, de las sensaciones captadas, mejor de
lo que lo habría hecho cualquier fotografía.
Fue realmente un regalo para mí el hallazgo de este mensaje;
puesto que justo por aquellos días mi hermana –que en paz descanse-, habría
celebrado su onomástico. Su ausencia es algo que todavía no soy capaz de
definir; no imagino quién sería capaz de explicar cuánto se puede extrañar a
alguien tan esencial en nuestra vida.
Precisamente por eso, para recordarla, pero también para
reconectar con esa esencia de su hermosa alma, quiero reproducir aquí los
detalles de aquella carta. Mi gratitud siempre al Eterno Retorno que la trajo de vuelta.
Hola mi hermana bella:
Estoy recién llegada
de mis vacaciones a Grecia. ¡Fue maravilloso! Tengo unas fotos increíbles que
voy a bajar a la computadora y te las voy a enviar para que veas qué hermoso
es. Estoy tan contenta todavía que me alegro de que no se me haya pasado al
volver aquí.
Te cuento cómo fue mi
viaje: Llegué a Atenas, vía Zurich, el domingo a las 12 de la noche; debo decir
que esos suizos son súper puntuales en los horarios de los vuelos, muy
responsables y excelente servicio a bordo.
Yo había hecho una
reserva en un buen hotel para cinco noches en Atenas, pero resulta que llegué a
las 12 de la noche, y yo no contaba con que esa era una noche más; así que no
tenía reserva para esa noche.
Pero el encargado, que
se llamaba Antonio –un tipo muy simpático-, me ayudó a conseguir habitación en
otro hotel cercano para esa misma noche. Fue súper amable. Pero el hotel en el
que me consiguió la habitación resultó ser la Casa de los Monsters. Pasé la
noche en vela, como te imaginarás. La calle de ese hotel, era la calle de Fredy
Kruger. En fin, la primera noche en Atenas fue una odisea.
Por la mañana, muy
temprano me levanté para dar un paseo por la ciudad y conocer la Acrópolis y el
Ágora antigua. Me fui caminando por la misma calle del horror de la noche
anterior, que por la mañana se había transformado en un mercado pakistaní.
La calle era un
mercado que olía a especias. ¡Increíble, la transformación de la noche al día!
Ese domingo muy
temprano, me fui con mi mapa en la mano caminando por las calles de Atenas.
Había una luz impresionante, un sol deslumbrante y comenzaba a hacer calor.
Llegué al Ágora romana primero, y La Torre de los vientos; restos arqueológicos
de la época romana.
El barrio donde están
estos monumentos es precioso; es el barrio de Plaka, la zona más antigua de
Atenas. También hay un mercadillo en sus callejuelas, pero es más mediterráneo,
más turístico también. Y hay un trenecito que pasea a los turistas por todo el
recinto; como el trenecito del Parque del Este en Caracas, no sé si te
acuerdas. Le hice una foto también para que lo veas.
Llegado el mediodía me
subí a la Acrópolis para ver el Partenón y el Erecteón con las escultóricas
Cariátides. Tomé miles de fotos. Es mágico ese lugar. Desde cualquier terraza de
Atenas se puede contemplar la Acrópolis enclavada en lo alto de una colina.
¡Preciosa!
Antes de que se
hiciera mediodía regresé a la Casa de los Monters para recoger mi maleta y
cambiarme a mi hotel. La diferencia fue del día a la noche. Mi hotel, aunque de
3 estrellas era súper pulcro, todo pintadito bello. La habitación que me dieron
estaba impecable. El baño súper amplio, con secador de pelo y todo. Y una
terracita que daba a la Acrópolis, en la última planta.
¿Te imaginas cómo me
sentía allí? ¡Súper cómoda y feliz! En una cama grandota, como la mía de
Madrid, con sábanas que olían rico y una neverita. El suelo impecable; yo caminaba
descalza y los pies nunca se me ensuciaban. ¡De lo mejor!
Después me fui a comer
por el mismo barrio de Plaka, comida típica griega. Comí Mousaka. Le llaman así
a una especie de polenta con papas, bechamel y verduras –creo que berenjenas-,
que estaba para chuparse los dedos.
En el camino conocí un
marchante uruguayo afincado en Atenas, muy simpático, que me invitaba cada vez
que me veía. En el paseo por los alrededores vi varias iglesias ortodoxas. Son
pequeñitas, muy coquetas; tomé también algunas fotos. Y vi, ahora más relajada,
el Mercado de Plaka.
Por la noche llegué al
hotel súper cansada. Me di una ducha y cené en un bar que me había recomendado
el taxista que me llevó al hotel la noche anterior. Me pedí una ensalada griega
con queso feta, tomates, aceitunas, cebollas moradas, pimientos y mucho aceite
de oliva; (que en Grecia es puro 99% virgen), con unos lomitos de cerdo,
hermana, ¡que estaban para chuparse los dedos! ¡Una cena deliciosa!
Comen muy bien los
griegos, y son gente muy cariñosa y cercana. No me intentaron timar nunca y
siempre me recomendaban cosas buenas. Yo me sentía bastante protegida, a pesar
de que viajé sola. Todo el mundo en el hotel estaba súper pendiente de mí. Y
cuando salía por ahí a pasear la gente me trataba con mucho cariño.
Esa segunda noche,
como había caminado mucho y hacía mucho calor, estaba muy cansada y me acosté
pronto, porque a la mañana siguiente tenía concertada una excursión para ir
hasta el Cabo Sunión, a ver el Templo de Poseidón.
Pasarían a recogerme
al mediodía, así que tenía tiempo para ir al Museo Arqueológico, que quería ver
porque allí hay muchas piezas de arte clásico que me interesaba ver. Eran tres
plantas enormes de grandes; me llevó toda la mañana recorrerlo. Y cuando llegué
al hotel estaba extenuada.
El viaje al Cabo Sunión
era cerquita, una media hora pasando por la Avenida del Pireo. El Templo de
Poseidón es impresionante, está muy bien conservado. En la excursión había
muchas personas que venían de Latinoamérica, sobretodo, argentinos.
Pero fue al día
siguiente, en la excursión a Micenas y Archova donde conocí a un grupo de
cuatro mujeres jubiladas; yo las llamé Las chicas de Oro; porque eran cuatro
septuagenarias, cachondas, súper cómicas. Me reí muchísimo con ellas y sus
historias. Venían de un viaje largo, desde Viena y Praga hasta Turquía, y
habían dedicado los tres últimos días a visitar Grecia.
Íbamos en el autobús
muertas de la risa. El paseo constaba de ir primero a Corinto, adonde vimos el
Canal y la Antigua ciudad. Luego, una parada para hacer algunas fotos. Y
pasamos por las antiguas Murallas de Tirinto, el Bosque de Dafne, ¡precioso! Y
en camino hacia la tumba de Agamenón, el Tolo, como le llaman en Micenas.
Luego, vimos el
Palacio; los restos que quedan y que están en lo alto de una colina en la
ciudad de Archova, que es preciosa, hermana. Teníamos una guía muy amena, que
hablaba perfectamente español y nos iba contando la historia de los reyes
micénicos. También hicimos una visita al Museo de Micenas, pero allí no tienen
muchas piezas.
Y finalmente, al teatro
de Epidauro, en medio de la montaña; que todavía usan como escenario de obras
de teatro y danza. Es un recinto inmenso, con un aforo de más de 20 mil
personas.
Ese día nos dieron
también el almuerzo incluido en el paseo. Y regresamos a Atenas temprano, antes
de las 7 de la tarde. Así que me fui a dar una vuelta por el centro y me volví
a encontrar con el uruguayo y unos amigos suyos. Me invitaron a sentarme con
ellos y me quedé allí tomándome unas copas hasta tarde. Como me daba un poco de
cague irme sola al hotel, uno de ellos fue súper caballeroso y me acompañó
caminando hasta la puerta de mi hotel.
A la mañana siguiente
tenía que levantarme otra vez, súper temprano, porque había concertado varios
tours por los alrededores. Lo que quería conocer eran las ruinas de Delfos y
allí nos llevaron en autocar; Esta vez no venían las Chicas de Oro, que ya se
habían ido de regreso a Argentina.
El camino era más
largo pero el paisaje valió la pena. ¡Bellísimo! Verde, lleno de bosques
frondosos, en flor, montañoso. El norte de Grecia es más frondoso que el Sur,
adonde fui el día anterior; que es más rocoso y seco.
En tres horas habíamos
llegado a Naufplio, un precioso pueblo en la montaña. ¡Hermana, como de cuento!
Con casitas de techos rojos y escalinatas empinadas, ¡era bellísimo! Lo que te
diga es poco. Creo que tengo algunas fotos, porque allí no paramos. Pero la
próxima vez que vaya a Grecia pienso quedarme allí un par de días, porque es
bellísimo.
Luego, la excursión
nos llevó al Templo de Apolo en Delfos. Es un recinto bastante más grande y
mejor conservado aún que el Palacio de Micenas. Primero pasamos por la estrada
o el Camino de las Procesiones que va en ascenso; pues el templo está enclavado
en la montaña, en lo alto de un precipicio, y rodeado de árboles y laureles, el
árbol de Apolo. ¡Impresionante, hermana!
Luego vimos el Tholos,
que yo la verdad no lo vi muy claramente; estaba en la parte de debajo de la
colina y hasta allí no llegaba la excursión. Pero sí que se podía ver desde el
Templo y también el Thesauro de los atenienses; otro templete donde se
guardaban las arcas de ofrendas, todo bastante bien conservado.
Y el Teatro; en casi
todos los complejos religiosos había uno. Era también grande, pero no tanto
como el de Epidauro. El Museo estaba muy cerca y tenía muchas más piezas que
pertenecían al templo; todas las que los griegos pudieron salvar de la rapiña
de los ingleses, los franceses, etc.
Después fuimos a comer
a una posada súper bonita, rodeada de flores adelfas, con aire acondicionado,
muy conveniente, porque el calor era tremendo. Y el menú era más rico que el
del día anterior. Había mucha más comida. Un primer plato con queso griego
frito, unos bollitos con carne de cordero, envueltos en una hoja amarga –ahora
no me acuerdo cómo se llama-, con especias. ¡Qué sabroso! Ensalada griega y
tres clases de postres.
En ese viaje conocí a
una parejita de recién casados, de Jaén; y a una madre y su hija, que venían
desde Zaragoza y estuvieron también en el tour del día anterior. Al final me
quedé con ellas, comimos juntas y cuando el autocar nos llevó de regreso a
Atenas, nos fuimos las tres a la colina de Lycavittos, a la que se sube en
funicular.
Desde allí arriba se
ve toda la ciudad de Atenas, ¡es preciosa la vista! En una terraza blanca te
atienden unos mesoneros guapísimos. Nos comimos unos helados de pistacho,
acompañado con jarabe de caramelo. En Grecia el pistacho es un producto muy
rico, es pistacho autóctono de la Isla de Egina.
Fue toda una odisea
subir las interminables escalinatas por la calle Plutarcho para llegar hasta el
funicular. Al final de la velada regresamos a nuestros hoteles, y esa noche que
era luna llena cené algo que me compré en un supermercado y me quedé viendo en
la tele los viejos seriales de Who’s the boss y The Nanny. ¿¿Te acuerdas? Cómo
me reí.
Ahora que me acuerdo
de estos días me río un montón y me da gusto recordarlo, porque de verdad fue
muy agradable.
El último día de
excursión era a las Islas del Golfo Sarónico: Poros, Hydra y Egina. Fuimos
primero, en autocar hasta el Puerto del Pireo, donde embarcamos en el ferry; te
envío las fotos para que lo veas: tres plantas llenas de japoneses, chinos y
las peruanas que conocí, que estaban también recorriendo Grecia de viaje, como
las Chicas de Oro.
Pero aquellas venían
desde Jerusalem y eran mucho mayores, de entre 70 y 80 años. Allí estaban las
dos como dos robles en el barco, viajando por el mundo. Yo me apeé del barco
con la más joven de las dos, Dina –que por casualidad, vive en Atlanta.
Estuvimos en Poros,
hermana, y ella sólo quería comprar cosas. Yo me iba a pasear y a tomar fotos.
El agua del mar era clarita, el puerto lleno de barcos, yates y turistas de
todo el mundo. Una islita muy pequeña y muy coqueta.
La segunda Isla fue
Hydra. Más grande. No tienen carros. El medio de transporte en Hydra son las
mulas. Nos hicimos muchas fotos con Dina. Ella me hizo montones de fotos con su
cámara y yo le di tu teléfono, para que te llame y las conozcas. Son muy lindas
las dos viejitas.
En Hydra había un
mercado súper bonito, alrededor de una iglesia ortodoxa, pequeñita: La Iglesia
de San Jorge. Por dentro era preciosa; hice montones de fotos también. Había
una torre pequeñita y un Museo que puedes ver en quince minutos. Yo me fui a
ver el Museo antes de que zarpara el barco.
Luego, a bordo nos
dieron la comida y hubo un show muy divertido con bailarines griegos. Tocaron
la música de la película que tanto me gusta, Zorba el griego de Antony Queen.
Después me fui a cubierta un buen rato. Me senté y me puse a contemplar el agua
tan azul y tan limpia y las gaviotas volando muy cerquita del barco; casi
podías tocarlas. ¡Era un espectáculo bellísimo!
En el horizonte se
veía el perfil de las islas. Era un día muy claro; el cielo nítido y abierto.
¡Maravilloso! Y yo no me mareé ni me insolé. La gente estaba muy animada y
relajada. ¡Todo el mundo era muy amable!
La última isla era
Egina. Como es la más grande de las tres, te daban a elegir entre dos
excursiones. Yo escogí la excursión clásica que lleva al templo de Afasia, una
antigua diosa griega del mar. El recinto también está en buenas condiciones,
pero la zona es árida.
Luego, te llevan por
los campos de pistacho hasta la Iglesia de San Nectario, que es bastante grande
y te hacen un recorrido por la tumba del Santo y los interiores de la Iglesia,
que es bellísima.
El último día, como mi
avión salía a las 2, me levante muy temprano porque todavía me quedaban muchas
cosas que ver en Atenas. Quería ver el Museo de Arte cicládico, y dos Museos
más que están en el centro de Atenas, en la zona de la plaza Syntagma. Me fui
hasta allí y en tres horas me recorrí primero, el Museo Bizantino.
Luego, me fui al Museo
de Benaki, que es una colección privada de distintas épocas: clásica,
bizantina, romana, etc. Pero allí no te permiten tomar fotos y tampoco tenían
un libro de la colección. Fue una pena porque me encantaría tenerlo. Aún me dio
tiempo a hacer el recorrido completo por las dos plantas repletas de salas y
obras maestras, entre 25 y 28 salas, más o menos.
Y finalmente, a eso de
las 10 y media de la mañana entré en el Museo de Arte Cicládico; el edificio es
precioso. Me pareció el más bonito y mejor conservado de los tres. Tiene cuatro
plantas. Pero una de ellas estaba cerrada, la de arte de las islas cicládicas;
lamentablemente no pude verla. Había también exposiciones de arte geométrico,
arte clásico, vasijas áticas.
Y, en la última planta
una exposición muy bien montada sobre la Vida Diaria en la Grecia Antigua, a
partir de los restos arqueológicos. Había dos películas documentales en una
sala oscura, con proyecciones de los dibujos de las vasijas clásicas.
¡Impresionantes! Vale la pena pasar allí un par de horas.
Salí de allí con el
tiempo justo para recoger mi maleta en el hotel, irme en el metro hasta el
aeropuerto y embarcar hacia Zurich. Éste ha sido el mejor viaje que he hecho
hasta ahora, junto al de Israel. Pronto bajaré las fotos para que puedas
verlas.
Creo que voy a volver,
porque hay muchas cosas que todavía quiero ver; como los sitios de Kalambaka,
Eleuisis y Meteora; el antiguo cementerio de Kerameikos y el Templo de Zeus
Olímpico en Atenas, que no me dio tiempo de ir.
Un beso grande y todo
mi cariño. Te recomiendo que hagas este viaje en cuanto puedas, hermana. Grecia
es mucho más bella y mágica de lo que la gente dice. Es mucho mejor verlo
personalmente que en las fotos de los libros, lo digo por experiencia; pues
acabo de cumplir uno de mis más grandes sueños.
¡Te quiero mucho!
Aquí termina esta larga epístola de mi travesía por Grecia.
Recordarlo a través de este mensaje a mi hermana fallecida ha sido
indescriptiblemente emotivo para mí. He podido apreciar mejor las pinceladas
con que mis palabras describieron aquel viaje y los buenos momentos vividos.
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