En esta ocasión estoy muy cerca de la frontera con
Barcelona, y mi viaje me ha llevado a colaborar en una granja de lavanda y
olivos. Además de bailar como los chamanes para atraer la lluvia a estos
territorios, adonde es tan escasa y
deseada, mi viaje me ha llevado a conocer algunos platos de la cocina
vegetariana internacional.
Lo que aquí pretendo no es en realidad hablar de cocina,
sino de la manera en que la vida nos va cocinando, a fuego lento, sin que
apenas nos demos cuenta. Y eso es precisamente, lo que este viaje -ya hace
siete meses-, me ha demostrado. La tierra en la que me encuentro es árida y sin
embargo, prolija. Da mucho más de lo que estamos dispuestos a admitir.
Los animales se ocultan y son a veces, un tanto hoscos; pero
no por ello menos nobles. La cocina también se ha revelado en esta parada en el
camino como otro símbolo, uno muy propicio de la temporada que está por
comenzar. Además, la luna está creciendo y con ella nuevos deseos comienzan a insinuarse.
Lo que se huele en el aire es mucho más que especias
asiáticas o sabores de la India; la cocina de este viaje nos habla de un amor
secreto, de un guiño y una sonrisa furtiva, de alguien que espera en silencio y
con anhelo mis mensajes.
Esta cocina ofrece verduras insólitas como la aceptación y
la benevolencia hacia los extraños. Pero todavía hay mejores manjares aún sin
degustar, y a punto de salir del horno. Es la cocina de lo inesperado, de los
deseos olvidados que regresan y nos susurran su canto en los sueños nocturnos.
Preparamos a fuego lento todos los deseos olvidados que
previamente, hemos escrito sobre papel de estrasa. Lo doblamos tres veces
soplando sobre el filo y mirando al Oeste, antes de que el sol se acueste a
dormir. Rociamos la mezcla con un poco de emoción; aquella que está tímidamente
agazapada mirándonos cocinar desde memorias lejanas.
Se puede añadir también una pizca de risa: gutural, nasal o
inguinal. No importa, todas son bienvenidas; aunque las más picantes suelen ser
las que dan mejor gusto a la receta. Advierto que algunos ingredientes secretos
de esta cocina están guardados en la alacena de los amores inconfesables.
Si deseas alguno antes de comenzar a cocinar, enciende el horno
por unos 3 ó 4 días a fuego medio y sopla cada cierto tiempo sobre tus
recuerdos más ardientes, para que se reaviven viejas cenizas y los vapores del
efluvio puedan llegar a buen destinatario.
La cocina francesa de esta temporada es una cocina de
pequeñas porciones pero de sabores gigantes y bienquerientes. Úsela con
cuidado, no sea que se empache. Y al servirse del plato principal, ha de tomarse
siempre con dos vasos –mejor que uno- de
vino tinto, denominación de origen.
¡Buen provecho!
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